viernes, 6 de junio de 2008

Fotos de prostíbulo


Maquillaje. Si pretenden que acepte, ¿cómo se dice?, sacarme una foto, por lo menos me tengo que maquillar. Algunos dicen que esos aparatos te quitan el alma. Por eso me voy a dejar convencer. Y maquillar bien.
Hace ya una hora que llegaron. Vienen de Buenos Aires. Eso se nota aún antes de que lleguen. Por el ruido del motor, por sus voces gritonas, sus aires no tan buenos. Como aquél, como ése del que me quiero olvidar. Del que ya me olvidé.
Bajan del auto y una ya sabe quiénes son. Son ruidosos, exagerados, ricachones que se llevan el mundo por delante. Pero de puertas para adentro saben que son unos pobres tipos. Ni el perfume francés, ni los zapatos caros les sirven para convencerme, otra vez convencerme, de que son felices o de que saben lo que quieren. El único que lo hizo fue él. Y no era tan rico, ni tan bullicioso, ni tan extrovertido, ni tan... nada. No me quiero acordar. Mejor, maquillarme y salir al patio y jugar a la puta de provincia y convencerlos a ellos de que me creo el juego, la historia, sus risotadas. Tener el control y divertirme con eso, con que se crean mi ingenuidad, mi escasa alegría y ver en todos ellos a ninguno, para no verlo a él, para no pensar en él, para que en el cuarto, dentro de un rato, no seamos dos los que lloremos. Porque ya se sabe: una puta no debe jamás enamorarse.


Copyright©2008


Compiló las fotos Ricardo Ceppi
Curiosidad: Este cuento lo escribí hace unos añitos cuando iba a un taller lietrario y su coordinador (¡grande, Jorge Cabrera!) nos mostró estas antiguas fotos de un prostíbulo de provincia. Después nos contó la maravillosa historia de su aparición.
Resulta que una serie de extraños fenómenos (algunos llamarán casualidades) hicieron que estuvieran en una exposición en una galeria de Buenos Aires en 2005: una niña, jugando en la calle encontró unos tubitos de cartón, no sólo los recogió y no perdió o rompió sino que se los llevó a su casa. Esta niña es hija de un fotográfo, Ricardo Ceppi, y su padre reconoció el material. No tenía mucha esperanza en su conservación, pero la curiosidad fue más fuerte y por fin intentó la revelación. Y así fue como descubrió estas fotos. Y así fue como salieron a la luz, despuès de más de sesenta años, estas imágenes de un grupo de hombres bien vestidos que realizaban un largo trayecto, máquina en mano, hasta el viejo lupanar campesino de principios de siglo.

¿Es una serie de casualidades o el arte que trasciende y se muestra más allá de nuestras circunstancias y designios?