lunes, 28 de abril de 2008

Marguerite Duras, la más amada




Tal vez, porque uno hace propios determinados textos y siente que están allí donde uno va, desde siempre...

Tal vez sólo porque sea ingrata o despistada...

Tal vez, porque recurro a mis amores en días como estos, grises, en los que podría hacer míos los versos de Neruda: "Puedo escribir los versos mas tristes esta noche/escribir por ejemplo la noche está estrellada/ y tiritan azules los astros, a lo lejos"...

Lo cierto es que hace más de un mes que comencé este blog y recién ahora se me ocurre porstear algo de mi escritora predilecta: Marguerite Duras, de su libro "Escribir", una joya que cualquiera que intenta la literatura debiera leer:

“Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla porque es imposible hablar a alguien de un libro que s está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. Un libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.

Un libro abierto también es la noche.

Estas palabras que acabo de pronunciar me hacen llorar, no sé por qué.”





Otros libros para tener en cuenta de la misma autora: "El amante" o "El amante de la China del Norte", "El amor", "Emily L." y tantos otros



miércoles, 23 de abril de 2008

Día del Libro y de los Derechos de Autor
















Hoy es el Día del Libro y de los Derechos de Autor y entonces decidí postear el primer cuento mío que se hizo acreedor de una mención de honor en un concurso y de la posterior publicación en una antología llamada Imperfectas soledades. Es decir...: el primer cuento que me hizo pensar en los derechos de autor!!! Jajaja.





Espero que lo disfruten y que me comenten qué les pareció. Ahí va (de paso, si a alguno se le ocurre un mejor título, acepto sugerencias, el que tiene jamás me convenció, gracias):

Una enfermedad de hoy

Urgalio: supuración dermatológica, eso había dicho el médico. Que era producida por el estrés no había necesidad de mencionarlo: eso él ya lo sabía. ¡Loco venía de la oficina, loco! De color verdáceo, ¡vaya novedad! ¿Se había creído que era ciego también? El color ya lo había visto antes de ir a pagarle un bono de consulta a esa luminaria de la ciencia. Si fue justamente el color lo que le hizo gritar a la Coca como una fiera: “¡Te estás pudriendo en vida, viejo!”. Lo de la aparición esporádica fue lo único digno de un matasanos que justificó el bono. Después de la explicación se sentía aliviado, por lo menos no lo iba a tener siempre. Va y viene, le dijo el médico. Espero que vaya y no vuelva, pensó él. Pero si algo no podía aceptar de la maldita supuración era el lugar que había elegido para hacerlo. Tanto y tantos kilos de grasa y justo tuvo que aparecer allí. Alrededor de los genitales, dijo el médico. ¡En los huevos!, gritó él.
Y con una crema y el pantalón flojo, por las dudas, volvió a la casa. ¿Urga qué?, le gritó la Coca que siempre gritaba. Urgalio dijo el médico, urgalio. Eso te pasa por huevón y maricón, siempre te estás rascando los huevos, hurga que te hurga. Después querés que los chicos no se metan los dedos en la nariz. Ni las manos te lavás después, para qué si así es más cómodo. Ni vas a buscar otro trabajo, total en la oficina de mierda el señor está bien: ¡Se rasca todos los días los huevos! ¡A diestra y a siniestra! Total si después la familia tiene que hacer magia con cuatrocientos pesos roñosos a él no le importa. Se rasca los huevos y listo, santo remedio. Total la Coca se arregla, que limpie cinco casas no importa y si se queja que limpie cinco más. Y de paso puede limpiar ésta, ¿no?, que buena falta le hace. Y ocuparse más de los chicos y esperarlo sin cara de culo y con la mesa servida, de paso. Así piensa el señor y la conciencia limpita, limpita después. Si no le gusta, si no le alcanza: ¡que labure más! Que yo contento todo el día rascándome los huevos como un ...
No escuchó más. Cuando la Coca se ponía el cassette no la terminaba nunca. Caminando lentamente se fue al bar del Gallego donde a esa hora ya podría encontrar a Tito. Lo pensaba, por hoy, invitar con una ginebra y contarle su problema. Mientras caminaba las tres cuadras hacia el lugar, el escozor se hizo más agudo y con mucha precaución se acarició más que rascó el costado de su genital derecho porque tenía temor de hacerse más daño. Pero en ese momento se acordó de su mujer y se rascó violentamente, luego insultó al aire y siguió caminando.
Tito ya estaba ubicado en la mesa de siempre. ¿Qué hacés, viejo, que hace tantos días que no te veo por acá? Qué bueno verlo, con Tito era más fácil hablar, siempre iba al grano. Estuve mal, Tito, tuve que ir al médico y el turro ese me dijo que tengo algo así como urganio, urgalio, qué sé yo. Me pican, Tito, me pican los huevos. No te hagas problema, viejo, a mí cada tanto también, es normal. El problema es que a mí me pican un rato, contestó, y después no me pican más. Pero al rato viene y otra vez más fuerte. Es intermitente dijo el médico. ¿Qué problema te hacés?, le dijo riéndose, a mí también me pasa, a todos. No, Tito, a mí se me están poniendo verdes. ¡¿Verdes?! Ah, no, eso no. Andá al médico, ché. Ya fui al médico, dijo, eso es lo que te estoy contando. Me explicó que es por el estrés y me dio una crema. Ah, bueno. Pero, ¿es contagioso? No, es nervioso. De nervios ni me hables, ¿a que no sabés lo que me hizo el turro de mi cuñado? Estoy enloquecido, me cagó. ¿Te acordás que le salí de garante de la casa que se compró? Resulta que hace como seis meses que no paga la cuota de la hipoteca, desde que lo rajaron de la fábrica cuando cerró. Y ayer me llamó el abogado para que yo lo cubra. Fijate que el hijo de puta ni siquiera me avisó antes, si no iba y lo agarraba del forro del culo y lo metía veinte horas arriba de un auto. Que labure de remisero, de botellero o de lo que carajo sea pero que me pague, a mí que no me rompa las pelotas (la picazón se hizo en ese momento más aguda y tuvo que rascarse cuidadosamente por debajo de la mesa mientras se esforzaba por escuchar a Tito). Encima la Negra comienza con la cantinela de siempre: que cuando estábamos mal el único que nos ayudó fue su hermano, que es el padrino de Laurita, que con el bebé no los podemos dejar en la calle. ¡A mí me van a dejar en la calle por su culpa! Pero la Negra es así, a la familia no se la toqués. Ahora está en casa llorando con Claudia que fue con el bebé, cuando se enteró que ya sabíamos, para dar lástima y la Negra va y encima la consuela, le ceba mate. ¡A ellos consuela! y a mí que me parta un rayo. Un día yo me voy a cansar y...
No lo escuchó más, se levantó lentamente, dejó dos pesos en la mesa y le palmeó el hombro. Cuando Tito comenzaba a enroscarse con su mujer no la terminaba más y él necesitaba el consuelo de alguien, de cualquiera, por eso decidió ir a la casa de su mamá.
Hijo, cuánto hace que no te veo. Qué raro vos por acá. Te pasa algo. Caminás raro. No, vieja, quedate tranquila y dame unos mates, dijo. Porque la vieja preocupada era peor que la Coca. Estoy bien. lo único que tenía unas molestias y el médico me dijo que es una urticaria, que se me va a ir enseguida. Me dio una crema y nada más. ¿A ver?, dijo la madre leyendo el prospecto. Dame que te la pongo. No, vieja, se atajó él rápidamente. Es en ...una zona delicada. ¡Qué delicada, ni delicada! ¿Quién te puso Caladryl por todos lados cuando tuviste la varicela, a pesar de que ya eras bastante grandecito? No, vieja, esta vez no. Es en la ingle, dejá. ¿En dónde, en los huevos?, preguntó mientras se sacaba con la punta del repasador la crema del dedo índice. Por ahí, dijo avergonzado. Pero, ¿cómo puede ser? No me digas que por fin te decidiste y te fuiste de parranda a pescarte alguna peste. ¿Se cura, no? ¿Te mandó alguna inyección el médico o sólo la crema? Acordate que acá a la vuelta está María, que aplica inyecciones de todo tipo y de ésas también. Sí, vieja, ya sé. Pero quedate tranquila que no es ninguna peste, no empecés con lo de la joda. Pero nene, si no fuiste vos fue la depravada de tu mujer la que te contagió, yo te dije que ésa tarde o temprano te iba a cagar, ya en el barrio...Vieja, te dije que no empezaras. Yo no empiezo, hijo, a las pruebas me remito. ¡Qué pruebas ni ocho cuartos, es nervioso, no es contagioso, es por el puto estrés! Bueno, tranquilizate. Igual la Coca podría traerme a los chicos de vez en cuando, ¿no? ¿Cuánto hace que no los veo? Siempre la excusa de que viven lejos, de que la plata no alcanza, de que trabaja todo el día, pero en realidad es porque no me puede ni ver y si deja a una abuela sin sus nietos eso a ella ni le importa. Bueno, vieja, se me hizo tarde, me tengo que ir. Bueno, nene, pero antes de irte ¿no pasás por lo de Teresita y le dejás algo de plata? Es tanto lo que le debo que cualquier día me va a dejar de fiar hasta el pan, porque tu hermana también hace mucho que no viene, total una está acá sola y eso a nadie le importa. Bueno, vieja, algo le dejo. Chau, cuidate.
Y así se quedó su madre en el umbral de la puerta, cubriéndose con un chal y mascullando no sé qué de la soledad y la ingratitud de los hijos y la puntada que otra vez se hacía más fuerte y que mejor no rascarse porque después es peor y qué mierda si a la final es lo único que calma.



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domingo, 20 de abril de 2008

Invadidos...¿por el humo?



Humo, humo, humo…
Se llenó la ciudad de humo / nos llenaron la cocina de humo.

¡Pobres criaturas! / perdidas / asfixiadas…
Hoy vi una de ellas / mareada / confundida / cabeza abajo / colgando de la cortina del baño…

Ya tuvieron que sufrir las consecuencias del cambio climático / veranos más largos / prolongación de la jornada laboral / productos químicos que les envenena la sangre / mala prensa que las acusa de asesinas si tienen los pies (patas) blancos…

¿Y ahora esto?

Parafraseando a Marge Simpson, ¿habrá algún funcionario menos ahumado que haya pensado en la suerte de los pobres ¡mosquitos! que no pueden creer que su archi enemigo, el humo del pasto quemado, haya invadido la ciudad y su rudimentario sistema respiratorio? ¿Quién se ocupará de los desamparados e inocentes anopheles?


(Si estás tan fastidiado como yo de que no se hable de otra cosa, en los últimos días, que del bendito humo, dejáme tu comentario. Mal de muchos…)

domingo, 13 de abril de 2008

¡¡Cosa´e mandinga!!

Me pasó algo muy curioso y como diría Marosa, quedé alelada...
Empecé a navegar por Internet porque buscaba la voz de la Di Giorgio para colgarla en el blog y compartirla en este día un poco frío.
Entonces entré en youtube y fui clickeando hasta llegar a un video donde una mujer leía un poema de Marosa, me decepcioné un poco porque lo que yo quería colgar era la voz de la poeta, que es francamente imperdible y maravillosa. Y fue recién entonces, cuando empecé a vencer la decepción, que comencé a notar lo que sucedía alrededor de esa lectura que, evidentemente, era ante un público. Entonces me llamó la atención la mujer que estaba al lado de la lectora...: por su parecido conmigo!! Sigo mirando al tiempo que me pregunto: "¿Soy yo?" y pienso: "Si soy yo, ¿qué estoy haciendo ahí?, ¿cuándo?, ¿dónde es ese lugar?, ¿quién filmó?, ¿estoy volviendome loca?, ¿realmente soy yo? Obviamente todo esto fue pensado en dos o tres segundos, pero...
¡Qué loco el mundo donde vivimos! Para abreviar la historia, sí, efectivamente era yo, soy yo la filmada, la que luego lee un texto propio junto a otros compañeros del taller literario al que fui hasta el año pasado y las imágenes pertenecen a una muestra que hicimos hace un par de años y que vaya a saber quién colgó...
Lo único que sé es que tal vez los aborígenes tiene razón en desconfiar de las cámaras de fotos, los videos y todos estos aparatos tecnológicos que nos rodean, tal vez sea cierto que nos quitan el alma, el espíritu y encima después lo hacen pasear por vaya uno saber qué lugares y hasta logran que no nos reconozcamos!!!!!
En fin, antes de que pierda la poca memoria que me queda y me desdoble del todo doy la dirección del videíto para quién lo quiera ver y abajo el buscado: la voz (y de yapa un texto) de Marosa leyendo como sólo ella podía hacerlo:

http://es.youtube.com/watch?v=jeABfPrcbF8

http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_poema1.php&pid=10962

sábado, 12 de abril de 2008

Postales de mi ciudad III

Miradas colectivas


a Anais


El pelo canoso, las orejas casi grandes, la camisa tosca, de hombre trabajador, la posición erguida, a pesar de todo, de hombre testarudo.
Seguramente, la mirada más allá del colectivo, imaginando un futuro menos ingrato, el horario de salida, el regreso al hogar. Tal vez, la mirada en el pasado, el padre ebrio, la cuna de oro donde no nació.
La mirada presente que no ve la otra, la que lo observa desde atrás, la que mide el ángulo y calcula la luz, la que lo atrapa: la mirada de la fotógrafa que recorre la urbe, rescatando(se).
Miradas que no se cruzan en la ciudad ciega, ciudadanos caballos, con anteojeras.
Y el arte, miope, leyendo a su manera.
(la imagen pertenece a Anais)

martes, 8 de abril de 2008

Mi erótico favorito

Marosa Di Giorgio escribió el relato erótico que más me gusta. No está titulado, es el Nº13, pero no recuerdo de cuál de sus libros (las desventajas de trabajar con fotocopias), supongo que puede estar en Papeles Salvajes (donde se reúnen varios textos de ella) o en Rosa Mística. En cuanto pueda haré la recuperación bibliográfica y la repondré aquí.
Entonces, para recordar a esta amada poeta, única en su estilo, este texto, que me permito dedicar a esos diablos (y a algunos diablillos también, ¿por qué no?)




El bosque de casuarinas donde un día se presentó el Diablo.
- ¿Se presentó el Diablo?
Si, y todo tejido en lana roja y negra. Como una manta y un saco.
Yo era chica y dije: -¿Qué es el diablo?
Era adolescente y quedé alelada.
Era una mujer y quedé picada.

Me le acerqué, pero no mucho, porque no se podía; a ratos, parecía que no estaba.
De pronto dije:
-Yo soy una princesa. Pero legítima; no de pacotilla como las que salen en los diarios.
Al oír esta oración extraña, parpadeó, aunque sus ojos eran inmóviles, y algo se asombró.
Quedaba tieso. Parecía un objeto, un tejido olvidado.
Yo, por aliviar las cosas, vencer esas extrañezas, fui hasta la cocina, tomé, desde un platillo, dulces de higo, salí a mirar las ramas.
Pero, él ya estaba allí; con un salto invisible y opaco, ya estaba allí.
Le dije: - Diábolo.
Él contestó: - Mariposa Glicina. Y Glicina Mariposa.
Llamándome así por mis nombres prohibidos, pues, por salvarme de todo mal, no me habían hecho figurar en el Registro.
Me acerqué a su lana. Él dijo: - Vayamos a los infiernos donde están nuestros hermanos.
- ¿Cómo…?!!
Di un grito que no se oyó.
Pero, le tendí los dedos, que él acarició por sumo instante. Pidió: - Y dame las cosas de abajo.
Aunque parezca mentira me acerqué y separé las piernas.
Él buscó y encontró los orificios; lamió y hendió; uno a uno, los lamía y los partía. Yo, un poquito, brincaba. Dijo: - Vayamos, bromelia, móntate en mi lomo. Y vamos.

(La imagen que acompaña el texto es de Sabela Arias)

jueves, 3 de abril de 2008

Recortes




Ella está tendida boca arriba, en ropa interior, sobre la cama. Tiene los músculos tensos por el esfuerzo de estar estirada. Las muñecas las tiene ceñidas fuertemente a los barrotes del respaldo. Le aprietan demasiado. Tal vez le quede alguna marca, se distrae. Pero no quiere pensar en nada.
Se concentra nuevamente en él, que recorre con impaciencia el departamento. Busca algo. A pesar de que ella tiene los ojos vendados le parece verlo. Escucha sus pasos que se acercan, su respiración excitada por la búsqueda o por la situación y el olor de su piel sudada. No es verano, pero hace calor.
Él se acerca y apoya su mano fuerte sobre el muslo de ella, le baja la pierna un poco bruscamente, se la acomoda tal cual habían acordado: estirada. Las dos piernas deben estar estiradas, como si estuvieran también atadas a los extremos del pie de la cama. Luego él apoya sus pesadas rodillas sobre el colchón. Ella siente la presión que hace sobre la goma espuma. Siente su respiración cada vez más cerca. Él le aproxima su aliento a la cara, a la boca, empieza a soplarle los labios.
Ella siente su aliento tibio y alcohólico y se emborracha también. Él recorre la comisura de sus labios con la punta de la lengua, empieza por los bordes, entra un poco en la boca. Ella no puede resistir la tentación de besarlo, él se aleja y le susurra silencio. Ella entiende. Él recomienza: la comisura, un poco en la boca, el labio inferior ida y vuelta, el superior. Baja por la mejilla, lamiéndola, por el cuello. Ella se mueve, él vuelve a amonestarla. Ella trata de disminuir hasta su respiración, aunque sus latidos son intensísimos. Él le sopla aire sobre el camino de saliva, ella se contrae. Siente, entonces, sobre su oreja libre el ruido de una tijera que se abre y se cierra, ese chasquido…
Luego el frío del metal que recorre el borde de su corpiño, que se cuela entre la piel y la tela. Sabe que tiene que dominar el ritmo de sus palpitaciones porque, si la delatan, se acabará el juego.
La tijera recorre ahora su frente, la nariz, la boca, el mentón y baja por el cuello hasta la mitad del pecho. Corta la tela y el corpiño, inútil para siempre, libera su carga.
El instrumento, incansable, recorre ahora la nueva superficie, los pezones se erizan. Él se acomoda diferente. Ella sabe que está buscando un hueco en el respaldo y tanteando el libro buscado. Él, con su mano experta, abre en la página marcada, el señalador cae sobre los pechos de ella.
Él comienza a leerle pausadamente, mientras la tijera se cuela por debajo de la bombacha. El metal se siente frío sobre su ingle, siente parte del peso de él sobre su brazo estirado, pero sabe que debe callar. El chasquido indica que se va a rasgar la textura de la tela, el texto empieza a envolverla y ella no sabrá nunca cómo acaba.




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martes, 1 de abril de 2008

Día de los Veteranos y Caídos en Malvinas




A horas del 2 de abril, (¿por qué será que últimamente son todas conmemoraciones que desearíamos no tener?) un texto impecable de Borges, ¿cómo agregar algo?

O, parafraseando a Pinti, pasan las infamias, pasan los gobiernos, pasan las guerras... queda la literatura:


Juan López y John Ward

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
Lòpez había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.



Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.


Jorge Luis Borges