jueves, 2 de octubre de 2008

Todo lo demás

El crepúsculo se cuela a través de la ventana del departamento de Belgrano. Desde allí se pueden ver las vías desgastadas del tren y oír el chirrido monótono de los rieles y maquinarias.
María está tejiendo cerca de esa ventana, pero el tejido de María parece detenido en el tiempo. Los últimos puntos fingen deshacerse unos a otros. María debería llamarse Penélope.
Los reflejos rojizos del crepúsculo se cuelan por esa y por todas las ventanas de Buenos Aires. Es una tonalidad que hiere, pero también que resucita. Neruda debería estar escribiendo.
María mueve apenas las agujas y finas hebras de lana se deslizan por sus dedos. El tejido de María no ha avanzado mucho. Ella está sentada cerca de la ventana por la que se cuela el atardecer, levemente apoyada en un alto sillón de terciopelo verde. Pero María no está en una finca ni tiene perros. Ella está en su pequeño departamento de Belgrano que mira hacia las vías del ferrocarril. Tiene, tal vez, abierto sobre la mesa un libro de Cortázar.
Los matices del crepúsculo pasan del anaranjado al rojo, del bermellón al violeta. El libro está abierto sobre la mesa y el cuento no fue terminado. El tejido de María, tampoco.
Las hebras de lana se deslizan por los dedos flacos de María que se arrellana, un poco menos leve, en su sillón favorito. Tal vez tiene miedo y por eso no terminó la novela. De pequeña fue ayudante de mago, ahora está tratando de terminar una vuelta de su labor.
Los reflejos púrpuras tiñen los cristales de la ventana y van oscureciendo la habitación del pequeño departamento de Belgrano donde María esta tratando se terminar su trabajo. De lejos se oye el silbido del tren, sólo de lejos, porque el pequeño departamento de Belgrano está en el séptimo piso y el sonido allí ya se confunde, un poco, con el viento.
Los dedos de María parecen cansarse y la cadencia del movimiento disminuye aún más hasta hacerse imperceptible.
El crepúsculo exhala sus últimos tonos. María apoya el tejido en el alto respaldo de su sillón de terciopelo.
María por fin se ha levantado, cerrado el libro y abierto la ventana.




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