domingo, 22 de junio de 2008

Juan Carlos Onetti, uno imposible de amar y de dejar de hacerlo

"- ¿No quiere que hablemos?- invitó seria, sacudiendo aún la cabeza.
- No.
- Está bien. Usted es un hombre. Esa vieja incapacidad de los hombres para revisar una cuenta cuando saben que la cuenta está equivocada...
- No entiendo -murmuró él; miraba hacia abajo, el estrecho camino costero por donde caminaría alguien viniendo hacia él sin saberlo -Y si entiendo, siempre creí que era una particularidad femenina.
- No, no. Una mujer no. Ni siquiera aprendió eso, pobrecito. Una mujer seguirá creyendo que, de alguna manera, por alguna cifra que está actuando sin figurar en la cuenta, la suma es exacta. Pero hará la comprobación cada día, en cada oportunidad, y sabrá siempre que en apariencia, en el papel, está equivocada. Yo sé que usted va a ofenderse si le acaricio la cabeza; por eso no lo hice nunca. Además una mujer sabe qué cifra es la que estropea la cuenta."


El diálogo anterior pertenece a la novela de Juan Carlos Onetti: "La vida breve". Este excelente escritor uruguayo cuenta acá la historia de Brausen, un escritor que, frente a la crisis de su matrimonio, empieza a imaginar ficciones. Este es el argumento/excusa que Onetti usa magistralmente para contar cómo se hace una novela.

Brausen, creador/dios/escritor, vive la vida de sus personajes, es sus personajes, dialoga con ellos, comparte la oficina con el mismo Onetti... Una delicia. Eso sí, no apta para leer en el colectivo por el existencialismo que destila, la fuerza demoledora de algunas frases, la antiheroicidad de sus personajes, los saltos permanentes de escenarios y de tiempos, la belleza de algunas frases que necesitan su tiempo de asimilación.

Una novela probablemente escrita desde la cama (Onetti pasó diez años en una). Una novela para ser leída en la cama, con los ojos bien abiertos.