domingo, 17 de agosto de 2008

Postales de mi ciudad V


Huecos de secretaria

¡Ya ni se puede caminar por la ciudad a esta hora! ¡¡Las nueve y cinco!! Otra vez llego tarde. ¿Estará Sergio? Si está, le histeriqueo un poco para que no me pase el tarde y chau. ¡Qué tonta! ¡Me olvidé de retocarme los párpados! ¡Se me notará que no difuminé el marrón? Como el otro día, cuando salí con Pablo. ¡Qué vergüenza! ¿Por eso no me habrá llamado más? ¿Qué le habrá pasado? Igual era un aburrido. Cuando empezó con lo del cine iraní casi me muero del embole. ¡Ay!, no me tengo que olvidar de que hoy tengo turno con el masajista. Leí en la revista que me prestó Marita que las tensiones son las que me pueden estar generando estos dolores. Pero yo no creo que la tercera separación de mis viejos, esta vez porque papá se fue con alguien de mi edad, tenga algo que ver. ¡Ayyyyyy! ¡Se me corrió la media! ¡Debe haber sido en el subte! ¡Qué desastre! ¡Odio que me pase esto!


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miércoles, 13 de agosto de 2008

Escribir por encargo
Escribir para concursos
Escribir para recuperar
un amor
una flor
Escribir por catarsis
por miedo
por timidez
Escribir de costado
Escribir denostada
Escribir devorándome
Escribir nunca
para hoy
Escribir triste
siempre escribo triste
Escribir presa
de mis textos prostitutos


No es angustia
y sin embargo
ocupa hasta el renglón


Mi letra se desdibuja
se esconde
se llora


Llenar el vacío estúpido
incoloro
insípido
provocador
de la página
de la hoja
de la pantalla
de la piel
del hueso
de la memoria
insomne
maltrecha
borrada
en todos los idiomas


Me v o y e n l e t r a s


El camino
de saliva

de sudor
de sexo
de agonía
de silencio



desolación



una palabra vasta





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La foto corresponde a Epecuén en la actualidad, ciudad sepultada bajo las aguas saladas de la laguna.

martes, 12 de agosto de 2008

Postales de mi ciudad IV


La calle del chico


Menos mal que está aflojando el frío. Se me congelaban las bolas, se me congelaban. Y el poxi no me alcanza pa olvidarme.
A ver qué consigo hoy.
Ahí viene el hijo de puta del kiosco, sorete. Vas a ver lo que te hago hoy. Un sándwich de mierda que te pedí. Preferís tirarlo.
Ya le voy a dar tu dato al Roli. Vas a ver si ése te la perdona como yo.
A la final los que están con Roli están mejor. Y yo acá, garroneándola y cagándome de frío.
Pero hago lo que quiero y algunos días no son tan malos.
- Eh, doña Marta –la vieja de los mandados. Siempre algo me da. ¿Sólo un pan hoy? ¡La próxima que le lleve la bolsa magoya!
El puto del kiosco. Ya lo voy a agarrar y le quemo el tacho como la otra vez. ¡Ja!. No está tan mal el pan este a la final.


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domingo, 10 de agosto de 2008

Del juego final



La grieta no parecía ceder. Yo siempre deseé y temí el momento en que eso sucediera. Pero ésta no es mi quimera, es de ella. Y debería continuarla.
¿Cómo narrar una historia de pedazos, hecha añicos por la necia obstinación de que todo continúe igual?
La grieta no quería ceder. Ella tampoco. Si digo que toda su vida era el precio que había pagado para llegar allí, no cuento demasiado. Habría que relatar, si fuera posible, cada minuto de cada hora, cada uno de aquellos sesenta segundos de desprecio y lástima de sí misma, de amor y odio contra sí y el mundo, para comprender la llegada inoportuna de ese momento.
La grieta no podía ceder. Intentemos atarnos a este relato, el de Eva, el mío. Ella lo había intentado todo, incluso entenderlo, incluso perdonarse. Peor ya estaban en las últimas páginas de un libro mal contado. Continuaba por inercia, pero el final era evidente.
La grieta no debía ceder.

Hasta que fue traspasada y ya no hubo juego ni final.

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jueves, 24 de julio de 2008

Como una reina


Siempre el diablo mete la cola, murmura, para consolarla, la vieja que está sentada a su lado en la rota butaca del tren. Pero siempre me la mete a mí, piensa ella que acaba de cortar una conversación telefónica con su jefa, apenas audible por el traqueteo del viaje.
¡Mierda!, dice para sí, y una puntada de dolor en la sien le hace recordar, por si hiciera falta, que no puede soportar a su jefa. Verla, cruzarla por un pasillo, ya la pone en tensión y, últimamente, se le sumaron las puntadas en la sien. Siente hacia ella un rechazo instintual, corporal.
Debería dejar este trabajo, piensa. También piensa que debería tener para eso otro respaldo económico, una casa propia, ideas más claras acerca de su futuro, sentimientos más puros acerca de su pasado…
Pero no puede pensar más, la puntada se repite más intensa. Cierra los ojos.
- El diablo siempre mete la cola, m´hijita –dice la vieja mientras se apoya en los hombros de ella para incorporarse con dificultad de su asiento. Mientras se dirige hacia la puerta del vagón de ese tren que se acerca a la próxima estación, sus bolsas se abren camino golpeando todo lo que se interpone en su paso.
Vieja de mierda que me golpeó, piensa ella irritada pero se arrepiente al instante y casi se ríe de su intolerancia. En realidad, odia viajar en tren.

Maga tengo que ser para sobrevivir, retoma el hilo de su pensamiento. La idea de acercarse a su trabajo le genera más y más tensión, aunque también cierta resignación in crescendo.
Abre los ojos y observa como tantos días a sus compañeros de ruta: hombres y mujeres vencidos por la vida, cansados, ya ni tristes, ausentes de sus cuerpos y de sus contingencias diarias o absorbidos por éstas.
Yo no estoy tan mal después de todo, se dice a si misma desarrugando el ceño. Todavía tiene ideales deseos, broncas y rebeldías…
Su idealismo es como la esperanza en la caja de Pandora, no se sabe si es un mal o un bien, pero por lo menos le permite cada día abrir los ojos y mirar por la ventana de ese tren desvencijado camino a Constitución.
Dos estaciones más y llegará a la atestada terminal, fin de la primera parte de su viaje diario al centro de la ciudad.
Comienza a arreglarse el flequillo, se retoca los labios ya que luego del llamado se comió frenéticamente parte de la pintura, se alisa con las manos la camisa y se prepara para bajar del tren, toda una odisea a esa hora de la mañana.
Ahora me cruzo con mi príncipe azul, piensa mientras se incorpora de su asiento. En eso, se le cae al suelo el celular que intentaba guardar en su cartera. Entonces ve una espalda flexionada de un hombre que gentilmente le está buscando su celular y ve la mano amable que se lo alcanza. Una mirada le basta para saber que no es su Adonis…
- Gracias, muy amable –le dice y baja del tren como una reina.


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domingo, 20 de julio de 2008

Cultivo una rosa blanca, de José Martí








Cultivo una rosa blanca


en julio como en enero


para el amigo sincero


que me da su mano franca




Y para el cruel que me arranca


el corazón con que vivo


cardo ni ortiga cultivo


cultivo una rosa blanca


José Martí

Hoy, en Argentina, se celebra el Día del Amigo. Y me acordé de este amado poeta que, la verdad, tenía un poco olvidado. Y se los quiero dedicar a todos mis amigos, de los cuales estoy orgullosa!

domingo, 13 de julio de 2008

De paseo



Cierro los ojos y cuando los abro estoy sola, en penumbras, en una especie de pasillo estepario, relaciono.
- Mi vida –digo, tal vez.
Y veo. Veo un cartel encima de una puerta carcomida por el tiempo y la humedad. Leo el cartel. El cartel dice: “Infancia” y me doy vuelta. No quiero mirarlo. Me duele. Me atrae y me repele a la vez. Me duele.
Esta noche inventada también me duele. Más.
“Infancia”. Qué cartel inoportuno, con olor a tostadas de abuela, a miedo al ojotazo con la adidas azul de goma gruesa, con gusto salado de la lagrima atravesada en la garganta, que pica, pica mucho y no baja y una ya no se acuerda por qué llora para adentro porque lo único que quiere es que baje eso para que no duela más todo el dolor de la infancia concentrado en algo que hay que tragar, y no baja.
Ese cartel no. Esa puerta, menos.
Hay otra puerta con un número y la palabra “años”. Ésa tampoco. Debe ser muy acuosa. ¿Cuánta agua se juntará de un llanto que dura un año? Debe ser un cuarto amniótico, inundado.
Hay otras puertas. Con carteles raros. Distintos tipos de amor. Amores en minúscula. Amores mejores y peores, tenaces y leves.
Se perciben, lejos, otras puertas. Algunas con carteles en blanco. Otras, con carteles borroneados.
Imagino un ser parecido a un ángel, sin alas, colocando una puerta, lijándola, pintándola. Le coloca encima un cartel con letras doradas. No puedo ver lo que dice. No puedo ver más.
La luz me ciega y estoy en mi cuarto. Sola. El sol me entibia la espalda. El sol. La almohada olvida mis secretos.
Afuera está lindo.


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viernes, 4 de julio de 2008

Cuadro despintado


A veces cuando vemos un cuadro vemos sólo eso. Una tela o cartón enmarcado con una imagen dibujada o pintada de un barco a orillas de un río.
Pero a veces cuando vemos un cuadro de un barco vemos al abuelo que trabajaba de estibador en el puerto y volvía cansado a la noche a casa a darse un largo baño y a ponerse una camiseta blanca, muy blanca para blanquearse la mugre de tanta bolsa cargada y nos acordamos de las uñas impecables que se hacía arreglar por la manicura y del día en que con sus dos manos poderosas alzó a la nieta a babucha por la calle Florida a la salida de un espectáculo deportivo en el Luna Park y nos imaginamos o añoramos la emoción de la niña que por primera vez veía todo desde arriba, desde la altura de un gigante que le ofrece un mundo pequeño, conquistable.
Y recordamos a los chicos pequeños que nos hacen enojar y están bajo nuestra responsabilidad y que preferimos saltar enloquecidamente para descargar la bronca que nos generan con sus berrinches antes que descargar nuestra furia contra sus cabezas, los rostros que se apiñaban en torno al hueco de la cueva de los zorrinos recién nacidos que emanaban un olor sulfuroso sólo soportable por la curiosidad de ver esos cachorros peludos, tan peludos como la estola de zorro que la mamá guardaba celosamente en el placard y que la niña, otra vez la niña, robaba de tarde en tarde para disfrazarse de mujer y modelar ante un espejo mudo que la devolvía señorita y coqueta y los dedos juguetones se deshacían acariciando el pelo grisáceo de esa estola que se hizo más oscuro y menos tupido en el pecho del primer hombre, hombre niño que tuvo a la niña mujer entre sus brazos y los dedos que luego, altaneros, se entrelazaron en la mano del hombre hombre de pelo negro y canoso de pecho cobarde que no se animó a amarla porque sabía que si lo hacía no se podría ir jamás de su lado.
Porque a veces queremos evitar sentir frente a un cuadro de un barco las ganas locas de zarpar, de huir del paraíso que no se puede tener.
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La imagen que acompaña es de Claude Monet

miércoles, 25 de junio de 2008

Los eucaliptos

Los eucaliptos de papá los juntábamos en el Parque Avellaneda; su aroma llenaba la habitación cuando los poníamos en la cacerolita encima de la estufa y el vapor insípido del agua se mezclaba, sensual y permitido, con el olor de eucaliptos recién arrancados, de aquellos árboles del Parque Avellaneda, esos domingos a la tarde.

A la noche, pero eso seria mucho después, vendrían las pesadillas con el león inmenso que se abalanzaba sobre mí, niña Eva, que jugaba a Afrodita o a Electra, sin saberlo aún.




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domingo, 22 de junio de 2008

Juan Carlos Onetti, uno imposible de amar y de dejar de hacerlo

"- ¿No quiere que hablemos?- invitó seria, sacudiendo aún la cabeza.
- No.
- Está bien. Usted es un hombre. Esa vieja incapacidad de los hombres para revisar una cuenta cuando saben que la cuenta está equivocada...
- No entiendo -murmuró él; miraba hacia abajo, el estrecho camino costero por donde caminaría alguien viniendo hacia él sin saberlo -Y si entiendo, siempre creí que era una particularidad femenina.
- No, no. Una mujer no. Ni siquiera aprendió eso, pobrecito. Una mujer seguirá creyendo que, de alguna manera, por alguna cifra que está actuando sin figurar en la cuenta, la suma es exacta. Pero hará la comprobación cada día, en cada oportunidad, y sabrá siempre que en apariencia, en el papel, está equivocada. Yo sé que usted va a ofenderse si le acaricio la cabeza; por eso no lo hice nunca. Además una mujer sabe qué cifra es la que estropea la cuenta."


El diálogo anterior pertenece a la novela de Juan Carlos Onetti: "La vida breve". Este excelente escritor uruguayo cuenta acá la historia de Brausen, un escritor que, frente a la crisis de su matrimonio, empieza a imaginar ficciones. Este es el argumento/excusa que Onetti usa magistralmente para contar cómo se hace una novela.

Brausen, creador/dios/escritor, vive la vida de sus personajes, es sus personajes, dialoga con ellos, comparte la oficina con el mismo Onetti... Una delicia. Eso sí, no apta para leer en el colectivo por el existencialismo que destila, la fuerza demoledora de algunas frases, la antiheroicidad de sus personajes, los saltos permanentes de escenarios y de tiempos, la belleza de algunas frases que necesitan su tiempo de asimilación.

Una novela probablemente escrita desde la cama (Onetti pasó diez años en una). Una novela para ser leída en la cama, con los ojos bien abiertos.

lunes, 16 de junio de 2008

Shhh



la obviedad de la palabra

calla

frente a la certeza

de este silencio
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viernes, 6 de junio de 2008

Fotos de prostíbulo


Maquillaje. Si pretenden que acepte, ¿cómo se dice?, sacarme una foto, por lo menos me tengo que maquillar. Algunos dicen que esos aparatos te quitan el alma. Por eso me voy a dejar convencer. Y maquillar bien.
Hace ya una hora que llegaron. Vienen de Buenos Aires. Eso se nota aún antes de que lleguen. Por el ruido del motor, por sus voces gritonas, sus aires no tan buenos. Como aquél, como ése del que me quiero olvidar. Del que ya me olvidé.
Bajan del auto y una ya sabe quiénes son. Son ruidosos, exagerados, ricachones que se llevan el mundo por delante. Pero de puertas para adentro saben que son unos pobres tipos. Ni el perfume francés, ni los zapatos caros les sirven para convencerme, otra vez convencerme, de que son felices o de que saben lo que quieren. El único que lo hizo fue él. Y no era tan rico, ni tan bullicioso, ni tan extrovertido, ni tan... nada. No me quiero acordar. Mejor, maquillarme y salir al patio y jugar a la puta de provincia y convencerlos a ellos de que me creo el juego, la historia, sus risotadas. Tener el control y divertirme con eso, con que se crean mi ingenuidad, mi escasa alegría y ver en todos ellos a ninguno, para no verlo a él, para no pensar en él, para que en el cuarto, dentro de un rato, no seamos dos los que lloremos. Porque ya se sabe: una puta no debe jamás enamorarse.


Copyright©2008


Compiló las fotos Ricardo Ceppi
Curiosidad: Este cuento lo escribí hace unos añitos cuando iba a un taller lietrario y su coordinador (¡grande, Jorge Cabrera!) nos mostró estas antiguas fotos de un prostíbulo de provincia. Después nos contó la maravillosa historia de su aparición.
Resulta que una serie de extraños fenómenos (algunos llamarán casualidades) hicieron que estuvieran en una exposición en una galeria de Buenos Aires en 2005: una niña, jugando en la calle encontró unos tubitos de cartón, no sólo los recogió y no perdió o rompió sino que se los llevó a su casa. Esta niña es hija de un fotográfo, Ricardo Ceppi, y su padre reconoció el material. No tenía mucha esperanza en su conservación, pero la curiosidad fue más fuerte y por fin intentó la revelación. Y así fue como descubrió estas fotos. Y así fue como salieron a la luz, despuès de más de sesenta años, estas imágenes de un grupo de hombres bien vestidos que realizaban un largo trayecto, máquina en mano, hasta el viejo lupanar campesino de principios de siglo.

¿Es una serie de casualidades o el arte que trasciende y se muestra más allá de nuestras circunstancias y designios?

martes, 3 de junio de 2008

Silencios de escritora



"Puedo escribir los versos más tristes esta noche", repetía para sí una y otra vez la escritora.


No eran versos suyos. Tampoco era chilena, ni tenía una casa en Isla negra. Pero tenía un día negro. Y estaba triste.


"Escribir es no hablar", recordaba. Entonces pensó que estba bien escribir.


"Escribir es terrible", alguien debería haber dicho eso.

Es la noche.


Las flores nacen, crecen, se reproducen y mueren. Las flores se marchitan.


Las flores.


La flor del principito era egoísta. Pero se dejó domesticar, piensa.


Escribir es estar sola.


La soledad de la escritura. La soledad de la escritora.


La soledad.


Puedo escribir los versos más tristes hoy. Y no. Ni siquiera.


La escritora deja la lapicera. Va a la cocina. Se prepara un té. Se atiende. Se mima. Se perdona.



Copyright 2008 La imagen pertence a Irene Morack

lunes, 2 de junio de 2008

La cita IV (final)



Ella: “Hay piel, no puedo negar que me atrae este oso. ¿Por qué será tan dulce en la cama y después nada? Nos vimos el sábado y ni un llamado, un cómo estás. No estoy hecha para estos encuentros así. ¿O seré una estúpida por haber estado tantos años casada? ¿Tendrá razón la psicoanalista cuando me dice que no me quiero entregar a ningún hombre? Al final con Osvaldo era más fácil, tendría sus defectos pero… ¡Y este estúpido que no es capaz de llamar! ¡A la confitería horrible que me quería llevar el otro día! ¿No ve que soy una mujer hecha y derecha? ¿Ninguno me va a valorar? ¡Para repetir lo de Osvaldo me quedo sola y listo! ¡Buey solo bien se lame! Si al final los hombres están todos histéricos. Cuando voy por la calle, en una confitería, en el colectivo… ¡todos me miran, pero nada más! ¡Y después una se encuentra con tipos como éste! ¡Ni abrirte la puerta del auto! Osvaldo será lo que será, pero caballero era…
¿Me voy a quedar sola a los 42 años? ¿O me voy a tener que resignar a estar con alguien tan poca cosa? ¡No, no quiero! Quiero sentir que se preocupan por mí, que soy importante para él, que no soy un polvo y nada más. ¡Pero qué noches, mi Dios! Nunca creí que la podría pasar así con alguien que no fuera Osvaldo, y eso que él en eso…Si éste después de la cama fuera la mitad de lo que es allí, hasta me caso de nuevo! Pero bah, ¿me tendré que conformar con esto? Muchas ganas de formar un hombre otra vez no tengo, ¡ni quiero! ¿Por que? Si yo ya estoy formada, ¡por qué no me puedo encontrar alguien más o menos normal, que esté bien parado y sepa qué quiere? ¿Es mucho pedir eso?
¿Y encima no es capaz de llamar?”

Él: “¿Qué hago? ¿La llamo o no la llamo? Le mandé un mensaje y me lo contestó muy cortante. Tiene carácter fuerte esta mina! ¿Será verdad lo de los signos? ¿Quién me mandó a engancharme con una ariana otra vez? Dentro de todo a Mari la sabía llevar! Bah, ¡hasta que se rajó con el veterinario ése! Pero pensándolo bien, ¡está bien! ¡Si es una yegua!
Pero ésta es muy complicada, yo me doy cuenta, lo quiere disimular pero no puede. Siempre está como controlando todo, que si vamos aquí, que si vamos allá. ¿Por qué no vamos al telo y listo? ¿Para qué tanta vuelta al pedo? Si lo que queremos los dos es echarnos un polvo que nos dure toda la semana! ¡Yo vivo en una punta de la ciudad y ella en la otra! ¡No pretenderá que le haga el noviecito y la venga a buscar en la semana! Yo tengo mi trabajo, el partido con los muchachos, mis hijos… ¡Mirá si ahora que me deshice de la yegua voy a soportar a otra que me maneje los tiempos! ¡No, señor! Como dice Juan, ¡palo y a la bolsa! ¡Si las minas están todas locas! ¡Entregadísimas! ¡Y uno, que las sabe atender como Dios manda..! ¡Después no te las sacás más de encima! ¿Qué me tengo que enroscar con ésta?
Esta bien que la mina me guste, que en la cama se deje llevar como una gatita, pero todo lo demás es una lata! ¿La llamo o no la llamo? No, mejor llamo a Juan y organizamos una partida de pool. Mañana vemos.


Se vieron, se buscaron y se encontraron algunas veces más. Y paulatinamente se fueron distanciando.
Fueron apareciendo otras personas en sus vidas y fueron olvidándose.
A él le quedó de ella el olor de su piel mezclado con el buen perfume que usaba, ahora sólo saldrá con mujeres que usen perfumes importados, tal vez.
A ella le quedó de él el sacudón del miedo a estar con otro hombre, ahora está lista para un mejor encuentro, quizá.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Marguerite Duras, siempre

Cuando estaba casi, a la manera de "mi reino por un caballo", a punto de gritar: "Mi biblioteca por el "Escribir" de Marguerite Duras"... ¡lo encontré detrás del respaldo de mi cama!
Es que los libros están con uno, en todas partes. Y es éste el único libro, por el momento, que no presto de mi biblioteca porque es mi preferido y porque no lo quiero perder ya que lo tengo todo marcado con las frases que más me gustaron.
Las que voy a trascribir a continuación se las dedico a Nikté, a todas las mujeres que escriben, a todos los hombres que se permiten lucir su costado femenino y sensible a la hora de escribir.




Son reflexiones maravillosas, desde las entrañas, de una mujer que ha escrito:

"(...) Siempre he llevado mi escritura conmigo"

"(...) Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir."

"(...) La escritura nunca me ha abandonado"

"(...) Las mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben"

"(...) Una mujer que escribe: los hombres no lo soportan"

"(...) La soledad no se encuentra, se hace"

Y termina el libro así:





"Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos -sólo lo sabemos después- antes, es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos. Pero también es la más habitual.

La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida"

lunes, 26 de mayo de 2008

La hoguera de las vanidades

¡Qué emoción! Antes de cumplirse tres meses de mi inmiscusión en el mundo bloggero... ¡recibo este premio!







La grata idea de premiarme fue de Daniel, así que por quejas dirigirse a: http://elfielreflejo.blogspot.com/ (de todas maneras yo no pienso devolver el premio)

Muchísmas gracias, Dany, por tenerme en cuenta y darme esta alegría!!!

Muchísimas gracias a todos los que semanalmente pasan un ratito por aquí!!!

Muchísimas gracias a todos los que, además de ojear, se animan a dejar comentarios, estímulos, debaten y hacen de éste un espacio vivo!!!

Consignas del creador del premio:

El Premio Brillante Weblog es dedicado a webs y blogs que resalten por su brillantez tanto en temática como en diseño. Y con el mismo propósito de promocionar entre todos una vez más la blogósfera mundial.

Reglas:
1.- Al recibir el Premio, se ha de escribir un post mostrando el Premio y se ha de citar el nombre del blog o web que te lo regala y enlazarlo al post de ese blog o web que te nombra ganador.2.- Elegir un mínimo de siete blogs (pueden ser más) que creas que brillan por su temática y/o su diseño. Escribir sus nombres y los enlaces a ellos. Avisarles que han sido premiados con el Premio Brillante Weblog.3.-Opcional. Exhibir el Premio con orgullo en tu blog haciendo enlace al post que tú escribes sobre él.


Mis premiados:

1.- Por su originalidad y por hacer pensar a través de una sonrisa: la vida es inclusive (
http://epareta.blogspot.com/)
2.- Por su estética: solsticios y equinoccios (
http://solsistere.blogspot.com/)
3.- Por la garra de sus textos, de sus comentarios y por todo lo que genera en sus lectores: cero inercia (
http://0inercia.blogspot.com/)
4.- Por la perspectiva estética desde la que mira su vida y textos (que él son la misma cosa) y porque me salió, afortunadamente, retorcido este querido alumno: tres palabras (
http://buscandoalayla.blogspot.com/)
5.- Porque es española, mujer, ama a la Durás y escribió un cuento que no me puedo sacar de la cabeza: el cuarto de los juegos (
http://esthersicole.blogspot.com/)
6.- Porque me gustan sus textos: el ventrílocuo (
http://ventrlocuo.blogspot.com/)
7.-Porque es español, hombre, ama el mar y su entusiasmo me animó a seguir escribiendo: pablos ballesteros (
http://pablosballesteros.blogspot.com/)
8.- Por la dulzura de su blog, en un mundo que la necesita tanto: tierra de sueños (
http://tierrademagia.blogspot.com/)


jueves, 22 de mayo de 2008

La cita III (continuación)


Se encontraron en el Chat. Se dieron explicaciones, se justificaron, enojaron, desconfiaron, acusaron, recelaron, aceptaron, se rieron, perdonaron y reconciliaron. Acordaron una nueva cita.
Se encontraron personalmente varias veces. Se desencontraron otras tantas.

Él no entendía. No entendía sus reclamos, sus enojos, sus tiempos, sus gustos.
- ¿Qué tiene de malo esta confitería que no lo tiene la otra?

Ella no entendía. No entendía sus maneras, su historia, su presente, sus tiempos.
- ¿Nunca aprendió en sus relaciones anteriores cómo tratar a una mujer?

Sin embargo se atraían, se intentaban. Charlas, café, cine, restaurante, miradas, roce de manos. Un encuentro, otro, primeros besos. Piel, química. Entonces, encuentro decisivo. Perfume. Lencería. El auto. La depiladora. Las ganas. Los nervios. Dudas. Miedos.
Excitación

Cita.

Él, satisfecho del encuentro. Dos veces en la primera vez, casi una tercera después de la ducha.
- ¿Por qué no querrá más esta mina?

Ella, rara. Le duele todo el cuerpo. Miles de posiciones. Pero gozó. Ay, gozó.
- ¿No se cansará nunca este tipo?

Se despiden después de cinco horas juntos. Los acucia la realidad: obligaciones, horarios. Terminó la novela. Hora de volver silbando bajito.

- ¡Qué poco afectuosa la despedida! ¿Siempre será así?

- Se ve que se rayó. ¿Qué le habrá pasado?

lunes, 19 de mayo de 2008

La cita II (continuación)

La cita II

La mujer llega diez minutos antes al bar de la calle Corrientes. Quiere anticiparse para elegir mesa, prepararse, manejar la situación.
El hombre llegará quince minutos tarde. Quiere llegar puntual pero una manifestación por las calles del centro lo demorará.
Ella se ubica al lado de la ventana, en el fondo, en línea directa con la puerta. Apunta.
Él no cree en su mala suerte, el taxi no se mueve. Salió antes de su trabajo para llegar a la cita pero ahora parece que no puede disparar.
La mujer se impacienta, toma el libro, lo abre, lo ojea, lo cierra, lo tapa con la servilleta. Observa. Mira el reloj. Las seis en punto. Entra un hombre solo. Muy viejo. Que no sea. Que no sea.
El hombre le indica al taxista que vaya por otro camino, que se apure. Que lo espere, que lo espere.
Ella pide un agua mineral. Boca reseca, corazón acelerado, ¿palpitaciones? Entra otro hombre, alto, buen porte. No lleva flor. El libro se asoma, incita. No aparece la flor. El hombre se acerca, parece que quiere hablarle. No lleva flor. Sigue de largo, va al baño.
Él no quiere escuchar más al taxista que parlotea sobre política. Apoya la flor en el asiento. Se inclina hacia delante para guiar al chofer. Quiere llegar rápido. Son las seis y cinco.
¿Cómo es posible que se demore en la primera cita? Son las seis y diez. Es una descortesía de su parte. Y tan caballero que parecía por chat. ¡Príncipes azules que destiñen tanto!
¡Malditos piqueteros! ¿Uno no tiene derecho a circular por su ciudad? ¿Uno no tiene derecho, una vez en la vida, a tener una cita?
¿Todo le tiene que salir así, qué hizo mal esta vez? ¿Por qué no llega? ¿Y si era el primero, con la flor oculta, y cuando la vio se avergonzó al verla tan joven y se fue? ¿Y si era el segundo y la vio vieja? ¿Y si mejor se va?

La mujer llama al mozo y paga. El hombre le pide al chofer que lo deje en la esquina y paga, prefiere caminar media cuadra y no dar más vueltas en el taxi. Ella va hasta el baño a buscar su cara en el espejo, no quiere llorar, se retoca el rimel. Él camina veinte metros y se acuerda de la flor olvidada en el auto. Retrocede, corre hasta la esquina, pero el taxi ya no está. Vuelve hacia el bar, entra apresurado. Se choca levemente con una mujer cabizbaja que sale. Busca con la mirada. Una pareja, un hombre, otro hombre, un grupo, tres mujeres. ¿Se le habrá hecho tarde?
Ella en la puerta duda, duda una vez más. ¿Se le habrá hecho tarde o no vendrá? Mira el reloj. No puede esperar más de quince minutos en la primera cita. No quiere empezar con el pie izquierdo. Por la esquina pasan taxis. Se va hacia allá.
Él da vueltas por el bar, se acuerda de la mujer que recién salió, mira hacia la puerta y la ve alejarse, le pregunta al mozo si tenía un libro. El mozo duda, no se acuerda, puede ser. Sale del bar, la busca, ve la espalda de esa mujer que para un taxi en la esquina, cree que es su taxi. Le hace señas. No lo ven.
La mujer se sube al taxi y ve una flor roja en el asiento. Llora y sonríe a la vez. Le va a avisar al taxista, pero éste comienza a hablarle de la manifestación. Entonces no le dice nada. Toma la flor con sus manos cuidando de no lastimarse con las espinas y decide que esa rosa roja es para ella.


¡Ya veremos cómo se excusa por chat!

martes, 13 de mayo de 2008

La cita



La cita ya está acordada. Él llevará una flor roja; ella, un libro de poemas. Se ríen de su cursilería. Coinciden.
La cita será a las seis. De él no sabemos nada; de ella, tampoco. Hace un mes que intercambian mensajes por el chat. Ella intenta escribir una historia de amor. Él usa el teclado.
La cita es a las seis en un bar de Corrientes. A ella le gustan los poemas. Él tendrá que ver dónde compra la rosa. Los dos se bañan, se perfuman, se sonríen un poco. Se ilusionan otra vez, a pesar de todo.
La cita fue acordada hace una semana. Tuvieron tiempo de imaginarse y reescribirse. Los siete días pasan veloces y las horas se hacen eternos minutos.
La cita no sabemos cómo será. Sólo vemos un hombre que se aflojó la corbata y compró una flor roja. Una mujer que se arregló el flequillo y apretó un libro.
La cita va a empezar en otro cuento.



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domingo, 11 de mayo de 2008

El lado oscuro del corazón

“Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! –y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!”




Palabras más, palabras menos, así empieza la mejor película de Subiela, "El lado oscuro del corazón", estrenada en mayo de 1992. Y como esta tardecita de domingo me dio ganas de volver a verla...
El texto está en "Espantapájaros", de Oliverio Girondo, editorial Losada. Todo ese libro es maravilloso. Yo me enamoré de Girondo en esa pelìcula y del personaje que tan bien interpreta Grandinetti, también. Jamás me olvidé de su sobretodo negro, al viento, acompañando sus pasos melancólicos y "malditos" por la ciudad.


De regalito, un link con el comienzo de la película:
www.youtube.com/watch?v=-EMBtqEC1ew

y de yapa, otra secuencia de la pelìcula:
www.youtube.com/watch?v=1FMWZvV28cU